¿No te ha pasado alguna vez conduciendo, que ves venir a un coche con un intermitente encendido o que le cuelga la matrícula, o adviertes cuando te paras en un semáforo que el de al lado lleva mal cerrada la puerta, o una rueda pinchada? ¡Habrás pensado siempre que "el otro" ha cometido alguna distracción! Y no es que tú vayas pendiente… es que te cruzas con alguien y, aunque no te fijes expresamente, lo detectas.
Un ejemplo más, el del que viene con un solo faro. ¡Ah!, esta es la comparación que buscaba, la del faro. ¿A que lo notas desde lejos? Nada más que el otro aparece al final de la recta, mucho antes de que llegue a ti, ya estás viendo que se acerca con un único faro encendido.
Pues no como conductor, sino como peatón, algo de esto me acaba de ocurrir hace unos minutos andando hacia el Tejar.
Caminaba por los soportales de República Argentina cuando veo venir a un hombre de frente. Desde lejos reparo en que un pico de la camisa, le sale a través de la portañuela.
(Como si fuera un faro iluminado, ¿comprendes?)
Como el pantalón de mi vecino era de un tono oscuro, la punta blanca de la camisa resaltaba como si fuera fosforescente.
¿Se habrá dado cuenta? ¿Le digo algo? ¿Cómo lo hago para que no lo tome como una impertinencia?
Antes de dejar paso a ninguna reflexión filosófica o trascendente, lo primero que hago es mirar mi entrepierna no sea que yo también…caminase distraído. Pero no. El pollito estaba en la jaula y hacia arriba…(la cremallera).
Pocos metros antes de cruzarnos, se para en el escaparate de la librería Beta. Yo también. Pensé que se daría cuenta al verse reflejado en el cristal… pero no. Me pongo a su lado y le gesticulo con las cejas. Me mira desabrido como rechazando una equívoca insinuación. Yo también me sentía algo incómodo, pero ya que había empezado… Pongo entonces la mano derecha en mi cintura ocultando el dedo pulgar tras el cinturón y casi escondiendo el puño pero, manteniendo rígido el índice, le señalo discreto su abertura indiscreta.
Ha captado mi señal. Percibo cómo se relaja su semblante. Me mira comprensivo y, algo compungido, en voz muy baja, como haciéndome una confidencia, se justifica: "Lo
sé, hombre. Se me ha roto la cremallera… pero estamos ya casi a mitad del mes y no me alcanza para comprarme otra". (Y en tono de disculpa, apoyándose en un gesto de su mano semiabierta). “Le juro que no soy un exhibicionista, que esto… (continúa muy digno y concluyente): … que esto son… efectos colaterales de la crisis”.
Me sonrió y siguió su camino. Naturalmente con la jarapilla por fuera.
Pepe Bravo (Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 26
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