Perversos besos de tus labios que sedujeron
cada uno de mis sentidos que han quedado,
extasiados y es por eso que jamás se fueron
con mi cuerpo una vez que me he marchado.
La malicia con la que tu mirada me lanzaba
urgentes ruegos para que mis manos rocen,
y te haga mía cuando la mañana empezaba
acariciándote suave hasta llegar la noche.
Cómplices fueron mis suspiros con los tuyos
sometiéndome al inmenso placer de tenerte,
mas no fueron tan ajenos tus bellos arrullos
para que me entregue en forma reincidente
al deseo de permanecer siempre a tu lado
al suplicio de compartirte en mis amores,
preferí entonces partir sin haberte amado
en vez de ser carne, inmerso en traiciones.
Ramón Pablo Ayala (Argentina)
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