Wagner, tal vez, o Mendelssohn. La orquesta
quebrará las compuertas del sonido,
sumergiendo en acordes cada oído
que no oye más que la palabra fiesta.
La novia va de blanco, peripuesta,
y a punto de perder el apellido;
cobra legalidad lo que prohibido
quedaba ayer. La castidad protesta
de no ser requerida; tan lejana
la fecha en que, perdida una mañana,
vagaba melancólica de ritos.
Y el novio se pregunta: ¿Estoy dispuesto
a firmar tan incierto manifiesto
que en cierto tiempo desemboque en gritos?
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -In memoriam-
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