Galeón de oro
Voy por mi mar de ensueño, pero exploro
tierras desconocidas. Mi estandarte
no ondea sobre alcázar ni baluarte
que se me haya rendido. Por decoro.
Ven sin tardar. Mi galeón de oro,
a punto de partir, sabrá esperarte.
Quien viaja conmigo, me comparte,
pero ni insisto, ni tampoco imploro.
El viento es favorable, y va curvando
las blancas velas. A mi voz de mando
zarparemos. A bordo, pues, mujer.
Mi nave, en inquietud, se balancea.
Soltamos las amarras. Alborea
dentro de mí. Me siento estremecer.
Cuestión de libertad
Son las noches más largas que los días
cuando se tuvo amor y se ha perdido,
como la voz callada del olvido
ensordece remotas alegrías.
Y sin embargo, hay luz, y melodías,
y el impulso voraz de la libido,
que provocan espíritu y sentido
a la obtención de nuevas compañías.
No hay sólo una vereda, o una rosa,
o una estrella en la noche luminosa,
como no hay sólo un tren, o una ciudad.
Mas la vida, que es una, es toda nuestra.
Somos, si la desgracia nos secuestra,
dueños de nuestra propia libertad.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
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Hace 12 horas
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