Buenas tardes. Este año, que de nuevo nos arropan los guiones de las cofradías conileñas, la exaltación de la saeta no puede olvidarse de uno de los hombres que participaba en la misma. Me refiero a Curro Narváez “Tobalito”, que se nos perdió en el tiempo el pasado año. Hoy sé que su sonrisa está aquí con nosotros haciéndonos más llevaderos este acto que se va haciendo tradicional en la Semana Santa de Conil.
La saeta rompe el monótono avanzar de penitentes y hace bajar sus registros a las bandas apoderándose de la noche y acallando las voces de los curiosos y de los piadosos que ven pasar el trono de Jesús o de María. Todos se vuelven buscando la garganta anónima de la que escapa el rezo hecho cante, la saeta.
Parece ser que las primeras saetas llegaron a Sevilla en 1862, siendo malmiradas por pueblerinas. Eran saetas que gente rústica decían por la calle nunca a las imágenes y en nada se parecían a las actuales saetas flamencas. Eran más bien jaculatorias que escondían reminiscencias musicales judías. En pueblos como Marchena, cuyo tesoro saetero antiguo es incomparable, Puente Genil y muchas localidades que tuvieron población judía, aún se conservan -mal- algunas viejas saetas. Aquellas jaculatorias que se cantaban en la calle parecían interesarles a los viandantes sevillanos pues se agolpaban a escucharlas. Tanto se agolpaban, que la autoridad acabó por prohibirlas en 1876. Pero volverán y serán readaptadas por voces flamencas, sobre todo del sevillano barrio de La Macarena. Allí los mozos cantan una copla que no es triste sino melancólica y que se basaba en una melodía sin floreos, ni jipíos, pero honda y emocional. En 1890 hasta los líricos se atreven ya a cantar saetas.
Para elaborar la saeta moderna o flamenca, que ya no se parece en nada a las antiguas, los profesionales recurrieron a los cantes flamencos más jondos: martinetes, carceleras o siguiriyas. Se ha convertido esta saeta en un espectáculo como consecuencia del virtuosismo del cantaor flamenco que la ha evolucionado a cotas sorprendentes y se ha apropiado de ella. Parece ser que el creador del tipo de saeta que ahora se canta fue Manuel Centeno que se hizo saetero sin embargo por casualidad. También el jerezano El Gloria contribuyó a popularizar la saeta y dejó muchas grabadas ya que la aparición de la saeta corre paralela a la llegada del fonógrafo, por lo que existen registros de saetas tanto en cilindros de cera como en las primeras placas de pizarra. En las primeras pruebas de grabación con equipos móviles se eligió la saeta recogiéndose interpretaciones realizadas en la Campana sevillana en plena Semana Santa de 1928.
Mientras que saeta antigua se basa en una melodía sin floreos, ni jipíos, pero honda y emocional, la saeta moderna tiende a ser un espectáculo como consecuencia del virtuosismo del cantaor flamenco que la ha evolucionado a cotas sorprendentes y se ha apropiado de ella. Proliferan los concursos en muchos pueblos andaluces con muy buena participación de aficionados que luego cantan a los titulares de los diferentes pueblos desde balcones. Aquí en Conil hace algunos años que no hay concurso de saetas y que no se incorporan saeteros jóvenes al grupo con lo cual el futuro saetero de Conil no es nada halagüeño.
Este año hay en la Semana Santa conileña una doble novedad ya que el domingo recorrerá las calles del pueblo El Resucitado con lo que la Semana queda ya casi completa, exceptuando el Lunes Santo. El mismo día en el Colorado también hará su desfile otro Resucitado. El domingo es un día glorioso después de tantos días de dolor ya que Jesús vence a la muerte y ofrece una esperanza al hombre. Por eso las saetas a este titular son rayos de luz que alegran los corazones de los cofrades que sonríen porque se inicia una nueva vida llena de sonrisas que para ellos será la mejor terapia para aguantar todo un año de espera. Es el momento de dar testimonio y vivir según Jesús enseñó amando a todos los que nos rodean.
Hemos empezado a hablar de la Semana Santa de Conil por el final ya que es la novedad pero ahora volvemos al orden y nos acercamos al Domingo de Ramos. Es el día de la Borriquita hasta este año la más joven cofradía del pueblo. El Jesús de este día es un Jesús feliz, un Jesús sonriente, que sonríe porque quiere que se enamoren de su sonrisa. Jesús es saludado con veneración por los vecinos de Jerusalén que ven en él al liberador. Todo le sonríe en ese momento. Nadie, tan sólo él, sabe lo que está por llegar. Pero hoy hay que disfrutar con los vítores del pueblo, descansar del largo viaje y cenar todos unidos en una buena armonía. Allí Jesús demuestra su humildad y su afán de servir a los demás lavando los pies a sus más allegados. También es el momento de la despedida y de rezar al Padre para tener la fuerza para soportar el duro calvario que le espera y la traición de uno de sus amigos. Son las primeras lágrimas, los primeros golpes, los primeros insultos, los primeros abandonos. Jesús se queda solo con sus envidiosos enemigos. Empieza el calvario y la manipulación de las voluntades que de piropearlo pasan a insultarlo. Al final es condenado como un vulgar ladrón a morir crucificado.
Silencio y oración recorren las calles del Conil el Martes Santo. El Cristo Marinero desde su cruz de sufrimiento ilumina el silencio con una bella sonrisa que escapa de su corazón agonizante alumbrando su cara. No quiere el Cristo que nadie llore porque su vida se acaba, sino que quiere que todos sonrían porque todo lo que ha sucedido debe servir para que todos comprendan que la violencia no ha puesto fin a sus ideas. Él ha perdonado porque ama a quien le ha insultado, golpeado y maltratado. Él a los golpes ha respondido con una sonrisa llena de amor. Ha pretendido que ellos, sus verdugos sonrían con él porque estos son momentos de gozo y no de tristeza. Él sufre por amor y por eso, porque está lleno de bondad, no puede sino sonreír. Es la risa del Cristo Marinero la mejor oración y desea que los que en el Martes Santo conileño le acompañan recen con una sonrisa en los labios ya que así estarán derramando su amor entre los que los vean callejear en la penumbra.
¿Cuál es tu amargura Jesús? ¿Lloraste antes de expirar viendo a tus pies a tus amados seres? ¿Lloras al vernos en las calles desde tu espléndido trono? Yo creo que no puedes llorar porque has conseguido culminar tu proyecto. Ni siquiera el dolor ha podido desterrar de tu cara la sonrisa porque Tú sabes que cuanto hiciste lo hiciste por amor y el que ama no llora. Quizás tu madre no te entienda y se deja llevar por las lágrimas. Pero Tú, el Miércoles Santo, colgado del madero espera que los cofrades que te acompañan se sientan felices y piensen que su amigo Jesús no quiere lágrimas sino mucho amor y muchas sonrisas porque hoy que se paró Tú corazón has triunfado sobre la tinieblas y sobre la violencia devolviendo amor. No se ha perdido la batalla porque nunca hubo batalla. Ha triunfado el amor y eso es lo que espera que tus seguidores entiendan que es el momento del amor, de la alegría. Y para crecer en ese amor nada mejor que sonreír a todos aquellos que nos rodean: esposa, hijos, amigos, compañeros, vecinos. Esa será su mejor recompensa.
El Jueves Santos Jesús el Nazareno, con su cruz al hombro, sale de la Capilla del Jesús y tras dar una vuelta se dirige al barrio de la mar por una calle estrecha, donde apenas si caben los espectadores. Los que quieren ver a su Nazareno, a su Nazareno del amor. No es momento del dolor sino del amor. El Nazareno, lentamente, calle Cai arriba busca el mar al que nunca llegará. En la Puerta Cai la multitud espera expectante que de algún balcón cercano suene una saeta. Y suena no una sino hasta dos o tres. Entonces el Nazareno sonríe y agradece ese gesto de adoración y de compartir su dolor. Sonriamos con Él este Jueves Santos porque se abre para todos un futuro de amor.
Ya Jesús yace en su lecho de muerte. Ya terminó todo. Pero no es así. Es todo lo contrario. Ahora empieza todo. En la cara de Jesús yaciente hay una sonrisa de satisfacción. Una sonrisa eterna porque Jesús sabe que con esta muerte ha abierto las puertas de la eternidad. Con su muerte va a poner de manifiesto que hay vida después de la muerte. Cuando alguien se nos pierda en la oscuridad, cuando dejemos de ver su imagen, no lloremos porque nuestro ser querido está con Jesús sonriendo eternamente. Sigamos al Santo Entierro por las calles de Conil y digámosle a la Virgen de la Soledad que no llore por su hijo que sonría porque su hijo sigue vivo en las sombras nebulosas. Y por supuesto nosotros también debemos sonreír para que Jesús se enamore de nuestra sonrisa.
Cerramos esta exaltación a la saeta 2010 con la sonrisa en los labios y recordando que Curro Tobalito ha estado aquí sonriendo con todos nosotros.
JOSÉ LUIS RUBIO
Revista poética Azahar, nº 133
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