Como no puede ser,
siempre en cada esquina,
está la casa de refugio,
“la honorable cantina”.
Es un lugar de encuentro,
donde llegan dos extraños,
y después de tomar,
“salen como dos hermanos”.
Si es hombre y mujer,
a la hora de beber,
empezaron por conocerse,
“y terminaron por quererse”.
A la mujer le preguntaron,
el mesero muy educado,
poniéndole un vaso al lado,
“y el vino no lo has probado”.
La mujer le contestó,
el vino es un problema,
se me sube a la cabeza,
“y se me abren las piernas”.
Comienza la locura,
y se pierde la cordura,
y dentro de la cantina,
“borracho se canta y se desafina”.
Puedes llegar con penas,
y que te sirva una mesera,
con vino y una sonrisa,
“se te acaban todas las penas”,
Y es un sitio ideal,
aquí no se discrimina,
tomes blanco o tinto,
“lo puedes saborear por igual”.
Y es lo más delicioso,
disfrutar de la vida,
olvidar todas penas,
“con vino y licor bien sabroso”.
Y es el único lugar,
que los milagros han de llegar,
entra la gente llorando,
“y sale feliz y cantando”.
Aunque no lo quieran reconocer,
a la cantina se llega a beber,
pero sin probar el agua,
“puedes calmar siempre tu sed”.
Aunque estén sedientos y hambrientos,
con buen vaso de licor,
o un vino añejo,
“se puede llegar feliz a viejo”.
Como seña y monumento,
la cantina siempre estará,
fiel a todos los presentes,
“y triste por todos los ausentes”.
Como el “convento”,
es el hogar de los frailes y monjas,
la cantina para el bebedor,
“es su gran hogar donde se aloja”.
Alojado en su interior,
es un lugar acogedor,
donde el tiempo no cuenta,
“y las botellas suman en la cuenta”.
Una cuenta que no asusta,
pero cuando la entregas,
se te quita la borrachera,
“o la pagas a ciegas”.
Y es que la cantina,
es el sitio ideal,
que se entra de día,
“y se sale al otro día”.
Esas son cantinas con compañía,
donde la soledad se olvida,
pueden escuchar tus penas,
“con buenas propinas que les donas”.
Y más si en la cantina,
tienen hermanas bien generosas,
el mesero está en la barra,
“y ellas a todo el cliente le agarran”.
Todo el mundo lo dice,
y al licor le maldicen,
pero a la hora de tomar,
“todo el mundo lo bendice”.
Por eso líbrame Dios,
el domingo te voy a visitar,
pero en la cantina,
“todos los días tengo que rezar”.
Si en este mundo,
no existiesen las cantinas,
sería una vida aburrida,
“viviendo sin sentido en la vida”.
La cantina es como la iglesia,
puede ser un lugar de oración,
donde todos encontramos,
“y podemos reflexionar con el licor”.
Cantina de mi vida,
que haría yo sin ti,
me quitas las penas,
“y me haces siempre feliz”.
“En la iglesia se bendice con vino y en la cantina brindamos con el vino”.
Miguel de la Mancha
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