El rugido del bárbaro asesino
violaba la caricia del verso.
No me servía la piedad, ni el temple.
Ni vagar con las palabras de florero.
Te buscaba, te buscaba siempre,
háblame ahora, en el bostezo de la pérdida.
Luego que el delirio olvide al olvido,
pero háblame.
Consuelo Jiménez
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