Penosamente me parí poeta
en una madriguera de Chicago.
A oscuras llevo el alma, con un vago
remordimiento por no ser profeta.
En Cuba los ciclones dieron cuerda
a mi caja de música. No es pecho
lo que llevo en el tórax, tan deshecho
está que sólo rima por la izquierda.
Me lloro a veces hembra, a veces hombre,
a veces niño-viejo, a veces nada.
No me avergüenza ser tan vulnerable.
Regreso de la calle, cuelgo el nombre,
preparo mi dolor con limonada,
y me la bebo crítico, culpable.
Jorge García de la Fe
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