Fernando conocía a Rosemarie por la red de internet.
Él vivia en Buenos Aires y ella en París. La joven solo dejaba ver sus enormes ojos tras un bello antifaz de tul y terciopelo negro.
Él estaba fascinado con el brillo de esas pupilas y el diálogo cada vez se hacía más íntimo.
Sin querer, él se enamoró perdidamente de ella y ella también de él.
Rosemarie siempre le decía que adoraba sus ojos pues le traían hermosos recuerdos de su adolescencia.
Fernando quería conocerla personalmente. Solo conocía su disfraz...
Un día decidió viajar a su país.
Ella le dijo que tenía un compromiso importante, por lo que en esa fecha no sería fácil hallarla en ese sitio.
Él pensó en viajar igual y darle una sorpresa ya que disponia de varios días para quedarse y allí mismo igual se encontrarían en algún momento, aunque sea por pocas horas.
Estando en Paris, intentó comunicarse en varias ocasiones, llamando continuamente a su móvil y no pudo hallarla.
Se hospedó en un hotel cercano a su domicilio y ya cansado de intentar, fue hasta su casa.
Lo recibió un anciano. Curiosamente su mirada le hizo pensar en su abuelo, a quien nunca conoció y de quién él, sabia por su familia que heredaba sus ojos.
Allí le preguntó por Rosemarie.
El anciano se sorprendió y le inquirió sobre cómo obtuvo esa información.
Él le contó como la había conocido.
Entonces el señor lo hizo pasar, le ofreció un café y se puso a conversar con él.
Le dijo que allí no vivía Rosemarie, que él vivia solo y que increíblemente tuvo una novia en su juventud que se llamaba así, a la que jamás olvidó.
Le mostro fotos de su adolescencia.
En una de las fotos, todos sus amigos estaban disfrazados y una de las muchachas con antifaz era igual a ella.
Le contó que Rosemarie murió en 1960.
Fernando se conmovió. No entendía quien podía estar jugando con todo eso.
Regresó a los pocos días a su ciudad, abatido y aturdido por haberse encontrado con esa realidad tan extraña.
Cuando llegó a su casa se dirigió a su cuarto, encendió la computadora, buscó su chat y vio sorpresivamente que se había borrado...
Algo le decía que fuese a buscar un viejo album de fotos que le había dejado su madre, ya fallecida hacía algún tiempo, como recuerdo de toda su familia.
Comenzó a hojear y allí estaba su abuelo en sus últimos años. Misteriosamente, su fisonomía era igual a la del señor que lo recibió en esa casa de París.
En todas las fotos sonreía, con una sonrisa franca y una mirada clara, feliz, diáfana...
Siguió mirando y de repente se detuvo.
Encontró en las viejas fotos a un muchacho igual a sí mismo, con sus mismos ojos, abrazamdo a una chica que por lo poco que se podía ver por el antifaz que llevaba, era muy bonita.
Acercó la foto a su vista y pudo ver que sus ojos eran exactamente iguales a los de Rosmarie...
Detrás de la foto encontró un escrito de puño y letra de su madre que rezaba: “Aquí está mi padre en su juventud, en un baile de disfraces, con su recordada novia de entonces, Rosemarie, a la que nunca más volvió a ver después de esa noche, tras un accidente que le quitó la vida".
Perplejo y con un Intenso frío que le corría por todo el cuerpo, volvió al cuarto donde estaba su computadora, pensando que quizás podría haber un problema de conexión y pudiese con suerte hallar el chat, poder comunicarse y aclarar todo.
Se sentó y trató de conectarse pero no lo logró porque había una interferencia en su señal.
Con gran desánimo abandonó el intento. Se dirigió hacia la cocina para prepararse un café, pero algo lo hizo volver sobre sus pasos. Retornó a su cuarto.
Cuando entró, giró su vista y pudo observar sobre un costado de la pared donde había un gran espejo, que de uno de sus bordes colgaba un antifaz de tul y terciopelo negro y aún se movía, como si recién alguien lo hubiese colocado...
Debajo de una boca dibujada con un beso de labial carmesí, se leía: " Volví una vez más, a mirar tus ojos, solo para amarte..."
DIOSMA PATRICIA DAVIS -Argentina-
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