domingo, 29 de abril de 2018

¿QUÉ SE HA LLEVADO EL VIENTO?


Y... sigo haciendo memoria;
en el cenit de mi vida,
mis pasos han recorrido
un gran trecho del destino,
ese que me fue asignado
sin quererlo y sin pedirlo,
pues fue muy bien diseñado
por las manos del Dios vivo.

Le pregunté a mi pasado:
¿qué se me ha llevado el viento?
el, mirando en sus archivos
me dijo: pues mira hijo,
aquí guardo complacido:
Tu niñez, tus travesuras,
tus sueños, metas y gritos,
esos que tú disfrutabas
Jugando con tus amigos.

También guardo el primer verso,
aquel que un día tú cantarás
en tu escuela, como un himno,
y esas lágrimas ardientes,
que mojaron tus mejillas,
al declamarle a tu patria:
"que has llorado, por ella tanto, tanto,
Como lengua mortal, decir no pudo" (Sic)

Y el viento cargó con ellos,
esos recuerdos de niño,
yo los he guardado aquí
con celo, en estos archivos.

Yo soy el depositario,
el pasado así me dijo:
De todo el que viene acá
a esta tierra que Dios hizo.
el viento a diario me trae
historias, hechos vividos,
unos son gratos, muy dignos,
otros, muy tristes, amigo.

¿Y... tú guardas la memorias
de todo cuanto he sufrido?
El pasado me sonrió...
Mostrándome otros archivos,
te aconsejo no los mires,
te volverán a doler,
te harán llorar... me lo dijo;
entonces guardé silencio,
suspiré mirando al cielo
y estas preguntas le hice:

¿Por qué hay ciertas personas
que traen siempre a sus memorias,
esos malvados recuerdos,
como a armas bien afiladas
que nos hieren en el alma,
para ponernos muy tristes?

Se puso serio el pasado,
y también, se puso triste,
me confesó que hay personas
que siempre viven atadas
a esos recuerdos funestos
y al viento no le permiten
traerme acá esos recuerdos,
para guardarlos acá
y nunca más, les lastimen.

Te agradezco viejo amigo,
por consolarme, le dije,
me dio un abrazo muy fuerte
y me aconsejó, debes irte,
debes continuar tu marcha,
pues tu historia, sigue, sigue,
y esa es otra amiga, que escribe lo que tu vives,
te tiene gratas sorpresas,
por eso amigo, me dijo,
no debes mirar atrás, solo, sigue, sigue, sigue.

José Rueda Ardila. 

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