A pesar de todo, la noche, siempre me trae su perfume
sedienta como una nube que llega buscando lumbre
para sentir que es posible llegar del vacío a la cumbre,
desnuda sobre la luna que bajo mi peso la encumbre
se desahoga y moja, mi mundo, en su tierna furia.
Frágil cual dulce rosa, rompe el alba en su lujuria
deshaciendo con jadeos el frío de la penuria
de su rutina exquisita donde el placer es injuria.
Sueña que va a quedarse, mi sudor es el rocío
de su anhelo y su caricia contemplando el desafío.
Un suspiro la condena a volver hasta el hastío
con el sol, que no se asombra, de su risa en el desvío.
Guillemo Sánchez
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