Esta carta es para ti, ¡Guerrera de mil batallas! ¡Y nunca bajaste los brazos!
Te quedaste sola con apenas treinta y tres años y dos pequeñas hijas por criar.
Como toda mujer te dedicaste a trabajar y ni el duelo de la viudez te permitiste sentir.
Uno de esos fatídicos días en que todo se ve negro, te descubriste un bulto en el pecho. Una sombra oscura te cubrió, fuiste al médico enseguida, después de muchos estudios, te dijeron...Señora, son tumores, podrían ser cáncer., hay que operar rápidamente. Saliste como perturbada de la consulta, en tu soledad, solo pensabas
qué hacer, que pasaría si eran malignos, ¿qué sería de tus pequeñas? ¿quién cuidaría o se haría cargo de esas huerfanitas? ¿Cómo explicarles a ellas? que recién perdían a su papá, que también podrían quedarse sin mamá. ¿Acaso lo entenderían?
Triste realidad se presentaba, pero con una integridad que siempre tuviste ¡no bajaste los brazos! Primero Dios decías, aún en el llanto nocturno, cuando con El hablabas y clamabas. Y para premio a tu fe, los tumores fueron benignos.
Pasaron los años y siempre como una guerrera enfrentaste las vicisitudes de la vida con una sonrisa y tu fe intacta. Podría contar cientos de historias pasadas. Hoy escribo estas líneas por si alguna mujer esté pasando situaciones similares, le pueda servir de ayuda. Una nueva etapa se presentaba en tu vida. comenzó con dolores, molestias intestinales, cólicos, no podías comer ni verduras ni frutas todo te hacía mal. Otra vez la espada de Damocles sobre ti. Médicos, estudios, lo de siempre, como resultado lo que nunca se desea escuchar ¡Cáncer de colon! la urgencia, operación, colostomía, y la lucha diaria. ¡Guerrera de mil batallas! No dejaste que el mal te venciera. Ahora ya no estabas sola, tus pequeñas habían crecido, eran ellas quienes corrían y se preocupaban por vos. Tu encarnecida lucha ahora era de tres para pelear esa batalla. Pasó el tiempo, muchas intervenciones, muchos dolores y mucho sufrimiento, pero de tu boca no salió ninguna queja. Solo dabas gracias a Dios por haber logrado vivir y ver a tus pequeñas convertidas en mujeres grandes, realizadas como buenas personas. Las marcaste con tu sello. Ellas también se convirtieron en guerreras. Y lo dieron todo para que estuvieras bien o lo mejor que se pudiera en esas circunstancias, en medio de la batalla. Les tatuaste el corazón con tu fe.
Mujer aguerrida luchaste por años y ellas, contigo. Así, las preparaste para la despedida. y un día como tantos otros, pero especial, porque era tu día, con las manos entrelazadas, apretadas y a Dios orando, cerraste los ojos. En tu rostro se dibujó una sonrisa de ángel. ¡Así se van al cielo los grandes! Con la paz que solo Dios da, en el momento preciso.
¿Sabes? No le temo al cáncer, de tu experiencia aprendí, que no hay guerra que no se gane, sin pelear mil batallas.
Y aunque a los cielos te fuiste, sé que de tu lucha saliste triunfante. La corona de laureles llevas en tu cabeza, y por ser como fuiste, te coronó el ¡Rey de Reyes y Señor de Señores!
Gracias por todo lo que nos diste y enseñaste. ¡Te amamos y siempre te amaremos!
¡Y nunca bajaste los brazos! ¡¡Todo se puede lograr aún en la misma muerte!!
Tus pequeñas con amor...
CRISTINA GONZÁLEZ -Argentina-
Publicado en la revista Trinando 9
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