Fue en el preciso instante. Disparé sin mirar.
Estaba ahí, con ninguna razón, sin un motivo.
Estaba ahí mirando mis disparos con sus ojos de niño
Cazaba mariposas de colores por el parque y de paso
entretenía mirando los límites del amor entre las jóvenes
El parque, como siempre, reverdecido de exabruptos sexuales. No cabe un alfiler entre los cuerpos de los amantes. Precisos los jadeos al ritmo del maestro
que con batuta de bronce cursa rígido la jornada en monumento.
Rio sarcástico tras el primer disparo, que lo cazó
con mocos largos y manos enmugradas de sexo
Tomo el caramelo entre los dientes y disparé
a quemarropa.
Me hizo un guiño y me saco la lengua y corrió hasta la fuente y se lavó la frente y se pasó la humedad por el cuello y se comió la noche y al día siguiente
apareció flotando en el Mapocho con los ojos abiertos de insolencia.
Las moscas bucean en sus ropas y gaviotas murmuran oraciones.
Fue allí que apunté el último disparo, estaba quieto, el sol le destellaba entre los dientes y llegaban los pacos con misteriosos procederes a levantar otro cuerpo este domingo de fotos bajo el puente que corre sobre los ciudadanos
Del libro El imperio del sol de
RUBÉN BORONAT -Argentina-
Publicado en Editorial Alebrijes
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