Aborrezco la carne, me lacera
el bullicio del mundo.
¡Cómo serpea el brillo
y la música íntima del oro
la tierra. Mercaderes
llueven sobre las fauces de la vida.
Quiero ya tu ablución,
pronto debo saciar esta asfixia, esta ausencia
que desata tu amor tan lejos de mi vientre.
Del libro Consumación de lo eterno de
CARLOS VAQUERIZO -Sevilla-
Publicado en Luz Cultural
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