Un hombre se asomó al espejo y, lo que vio, fue su alma manchada de sangre. Otros, desplegaron sus vidas buscando la muerte, el amor, el grito o la palabra. Un viejo, cada noche, esperaba a la muerte vestido con su mortaja. Un asesino endulzaba el último aliento de sus víctimas con un bombón de chocolate. Por las esquinas de las avenidas se desnudaba la noche y sus habitantes vivían su ocaso en las madrugadas del alba. El amigo de su sombra, la sonrisa del payaso y una historia que se descubre verdadera… Un universo de posibilidades que se atreve a ponerse frente a un espejo para multiplicarse, para mostrarse dentro de las fronteras del absurdo o de la ironía, del sueño o de la vida y, siempre, desde la imposible muerte que nos acompaña, con un solo límite que se impone, como un juego, en un idéntico espacio definido por ciento sesenta palabras donde cabe el infinito del tiempo.
Isidoro Irroca
https://lapalabrafrentealespejo.wordpress.com/
ResponderEliminar