Las lágrimas de las pupilas caen,
impávidas ruedan por las mejillas
en la infausta noche de estrellas,
cuando los cuerpos de la guerra yacen.
Los cañones y las metralletas traen
indolencia y muerte, por querellas
de hombres seguidores de las huellas
del odio que en su existencia tienen.
Los niños y las mujeres piden paz.
los ancianos de la guerra están,
agotados. ¡Qué la paz no sea falaz!
Que en las noches de luceros puedan,
los novios besar. Y el hombre capaz
de amar, con su prole tranquilos vivan.
ROBERTO HERNANDEZ ZABALA -COLOMBIA-
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