A
mi Hermana Teresa Verdugo Pizarro
"Ahora deseas la luz debajo de la sombra, una isla en tu pelo
Donde habite la angustia"
Antonio Campaña
Golpeas con furia a los caballos,
Quieres que el carruaje corra,
Quieres que los caballos se desboquen.
Te abandonará la sal una noche
Y llamarás a tus esclavos.
Tu placer ya no cabe en el mar
Y mandas a degollar a tus esclavos.
Te ves envejecer
Te remuerdes por el asilo que te negaron tus propias chispas
Siempre dios está de espaldas al fuego
Algunas tempestades son amarillas
No intentes rejuvenecerte en ellas
No hay como detener a los caballos desbocados.
Estas de espaldas al mar esta noche
Porque todos tus esclavos están muertos.
Yo se que quieres que los depositarios te busquen con ojos de chispas
O que la sal se vuelva una ciudad enterrada
Yo se que de pronto destruyes la casa de tus padres
Y les propones que se vayan a vivir a la ciudad de sal que ordenaste construir
Reflujo a reflujo, excediendo la confianza de la sal,
Poniendo piedras en la injusticia angelical de los fragmentos
Poniendo espejos en la enemistad de las extensiones
Alguien con ojos de chispas te busca
Tal vez quiere llevarte del brazo al asilo
Cada ola, cada golpe en la roca,
Es el látigo sobre un caballo o es el látigo sobre un esclavo más
Es el látigo a veces sobre tu propio cuerpo o sobre otros cuerpos,
Y cuerpos, y más cuerpos, oh llamas sin altar, sin llegar a la clave de la germinación
¿Cómo hiciste para que levantaran esa ciudad?
Muéstrame los planos,
No me vas a decir que gracias a las piedras y a los espejos la nada logra perdonarnos
Eras niña todavía,
A un pájaro le mostraste la sombra del tiempo
Estaba todavía la enemistad de las extensiones, la injusticia angelical de los fragmentos
Cual vacío de piedra que domina a los espejos
Cada ola se remuerde una más que la otra
Los ángeles soplan, justamente para que eso sea olvidado
Las heridas se rebelan contra el mar,
¿Y de que valen los soplos, entonces?
A una herida le adeudas no lo soñado
De que valdrían esos soplos si aparece uno de esos esclavos declarándote su amor
Recordándote que estas aferrada a un solo árbol
Tú lo niegas, lo expulsas,
Por exceder la confianza de la sal
Lo quieres lejos de la servidumbre,
Relegado a los establos,
A las cocinas donde dejan grandes trenzas de ajos, grandes trenzas de longanizas
Y es verdad, tú estás aferrada a un solo árbol
Cual pedestal para el vuelo rebalsado del pájaro que vio la sombra del tiempo
Tú te maquillas a la luz de los relámpagos
De aquella tempestad que se ha tragado todas las empuñaduras
Quédate sentada en la arena
Tus muslos han llevado esa salpicadura entre ángel y demonio
Remuérdete, los cuerpos son llamas sin altares
Participa en todos ellos la injusticia angelical de los fragmentos
Álzate del turbio anhelo
¿Hay realmente algún árbol que haya sido único para la sangre?
Quien camina muy temprano por la arena
Tiene la claridad suficiente como para ordenar construir una ciudad de sal
Y atreverse a que sus padres vivan allí
Tú te sabias abandonada,
Confinada al desvarío de plata de los adolescentes
Todo ha cambiado, has crecido, no hay realmente un árbol que haya sido único para la sangre,
Te han soltado de la mano, corres hacia el mar, igual que esa luz que viene a liberar las lámparas,
Rebalsas el vuelo que ningún pájaro pudo rebalsar,
Las heridas se revelan por no poder manar la sangre del descubrimiento,
Los huesos se vacían de todo ángel ebrio, infiernos y paraísos soportando un solo anillo,
Una tempestad amarilla guardándote de la vejez,
Los caballos muerden y se llevan y destruyen los planos de esa ciudad de sal,
Y entonces cae, y es una ciudad enterrada, pero no te importa,
A ti solo te place que siempre haya un ama, una única ama, y un solo látigo, un rayo pidiendo otros
filos,
Pero no, los planos de esa ciudad de sal que mandaste a construir,
No fueron destruidos por el hocico de los caballos,
Fueron alcanzados por una chispa, y ardieron todos en una pira, porque tú te descuidaste,
Te descuidaste porque estabas maquillándote a la luz de los relámpagos, te encerraste en una piedra
Para que tu belleza declarará la sangre del descubrimiento ante las cuajadas potencias del mediodía
A la espera de quien instaurara el orden en esa ciudad de sal, se tardó demasiado, se tardó siglos y
siglos,
Estaba en la batalla de los depositarios, esa batalla que libran al fondo de la luz o al fondo del fuego,
Hilvanando el desvarío de plata de los adolescentes a las llamas sin altar,
Tú te quedaste en la consumación solitaria, en el turbio anhelo,
Y eso se estampó en cada relámpago para la envidia de las serpientes que acechan en los establos
Que se esconden entre trenzas de longanizas y los falos de los esclavos muertos
Aún para tu pesar, o para el pesar de tus antecesores, y antecesoras, y entre todas ellas, ella ,
¿La recuerdas? el sol salió de noche cuando la decapitaron,
Las norias hicieron subir venenos constelados,
Las armerías cerraron indefinidamente
De ella no has vuelto a hablar, encerrada en la piedra,
Tú que sabes expulsar, tú que siempre estas de espaldas,
Tú que si ves alguna chispa mandas a exterminarla, no temes acaso por quienes van en el carruaje,
No temes que el carruaje vaya a dar al precipicio,
No temes al sentarte en la arena y al apretar los muslos por el caracol que hiela los augurios,
No temes que las criadas al almorzar esas trenzas de longanizas encuentren el falo de alguno de esos
esclavos,
Esperas que la sal se vuelva una ciudad en plena superficie, que sus planos se reconstituyan,
Que emerja con la ayuda del hocico de los caballos
Y que alguien con ojos de chispas quiera llevarte del brazo de vuelta a la casa,
Con él es con quien finalmente te quedaras, el mismo depositario de ojos de chispas,
Sé que lo golpearas y él será sumiso, alguna vez fue tu esclavo,
Fue el adolescente, fue el pájaro, fue el árbol, fue la serpiente, fue el caballo, fue el cochero,
Ahora eras tú la que le pedía con clemencia otros filos al rayo,
Si el cochero con ojos de chispas, que no miras a los ojos,
Esta noche te maquillas no a luz de los relámpagos, sino a la sombra del tiempo,
Escuchas a un pájaro cantar, como si viniera del fondo de la luz o del fondo del fuego, para cantarte
Solo a ti,
Un ángel ebrio vuelve a atesorar tus huesos,
Batallen por mi dices al fondo de la luz y al fondo del fuego,
¿Para que el esclavo me declaro su amor, si no hay árbol único para la sangre?
¿Para que el adolescente se confino a su desvarío de plata, si los cuerpos son llamas sin altares?
¿Para que los caballos miraron al cochero con ojos de chispas si las serpientes son látigos que
golpean en las olas?
Mejor es que estés de espaldas a todo eso, ya no quieres toda esa sumisión es solo sal,
Y ya nada más puede confirmar la sal en una mujer.
Rodrigo Verdugo Pizarro -Chile-
Publicado en Archivos del Sur
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