Aquella noche, por primera vez, sentí que se pare para toda la vida.
Cuando entré en su cuarto y la vi empapada en sudor, la besé en la mejilla y pasé mi mano por su frente. Busqué un vaso de agua en la cocina de harina y regresé para calmarla.
Lloraba con la desolación del silencio y me miraba pidiéndome perdón, como si el sueño nunca más fuera a regresar.
-No pasa nada, yo estoy contigo. Duerme.
Y los nueve años pensando que estaba a salvo se convirtieron en la certeza de que también mamá tenía miedo de que hubiera monstruos en el armario.
Carmen Moreno -Cádiz//Madrid-
Publicado en la Biblioteca
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Hace 1 día
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