y dejó de caber en mí.
Impresionado bajé toneladas de veces a mis recuerdos
y concluí seguir ciego, mudo y sordo
como si tres monos enanos
colgaran de mis legañas marchitas,
planeando asaltar mi viuda cabeza.
Saltando incoherente,
mi cabeza plena de pisadas de monos, reventó,
convirtiéndose por ti,
en el vórtice del eje más grande del mundo.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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