miércoles, 10 de abril de 2013

UNA LARGA ESPERA


Por Irene Ángel Agudelo

Mientras le daban revisión general al carro de mi amigo Ricardo, decidimos sentarnos a esperar enseguida del taller. Era un bar con mesas afuera, protegidas por un techo de lona. No habíamos terminado de sentarnos, cuando se acercó una chica de vestido rojo, juraría que debajo no tenía ropa, era casi transparente, al menos para mi amigo lo era, pues no le quitó la mirada de sus grandes pechos; sin exageraciones, parecían naranjas gigantes; a él se le perdió la mirada y se fue por un momento de este mundo. Ella tuvo que repetir la pregunta que ya había hecho, aunque no le importó que mi amigo entrara en un mutismo pasajero o en un sueño de adolescente y, sin turbarse, preguntó con una sonrisa de niña: ¿Qué van a tomar?
Mi amigo contestó:
Una cerveza y… suspendió la mirada de los senos grandes y redondos como naranjas y reaccionó para preguntarme en voz suave qué iba a tomar yo.
Agua, le contesté.
Ella se alejó meneando su caminado; mi amigo la seguía y suspiraba
-Qué niña tan hermosa-
-¿Qué niña?, ¿no ves? Es una mujer, o estás ciego, no creí que fueras tan morboso, casi la tocas con la mirada-le dije enojada, aunque no tenía por qué enojarme, pues él no era ni mi novio, ni compañero, era solo mi amigo desde hacía veinte años y esporádicamente salíamos a recordarnos, pero estaba enojada de descubrir su parte oscura, y yo que lo creía un hombre fuera de lo normal, fuera de lo común; nunca pensé que él también miraba de esa manera a las mujeres y eso me dolió.

Se paró para dirigirse al taller y me dijo: espérame un minuto, ya vuelvo.
Yo me quedé sola viendo pasar los carros por la Avenida, miré hacia el fondo del bar y allí se encontraban sentadas cinco jóvenes vestidas igual a la que nos atendió, al lado de ellas un piano de monedas y un señor, llorando, escuchando por tercera vez el mismo tango, de esos que solo se escuchan para pasar una pena de amor..
Estaba en mi tarea de observadora del lugar, cuando me sacó de mi estado una chica que llegó a carcajada abierta y mostrando su triunfo por algo que nunca supe, pidió un ron a plena voz. Tenía el rostro parecido a las estampillas de la virgen y no aparentaba más de veinte años de edad, pero seguro que la conversación que escuché, daba cuenta de su experiencia en los recodos de la vida, especialmente en el sexual, aunque no era de mi incumbencia, hablaba para que todo el bar se enterara, decía que desde que la habían echado, para ella era mucho mejor, pues tenía más tiempo para irse a la costa o a la ciudad que ella quisiera y con los amigos que la invitaran; también refirió que nunca le faltaba la plata para gastar en lo que quisiera y darle a sus dos hermanas menores y a su mamá.

En medio de la conversación, se me olvidó la hora y mi amigo aún no llegaba, el sol estaba calentando y yo tenía ganas de irme rápido de ese lugar, me pareció tan triste por la juventud perdida y también por la que llegó con cara de virgen, contando sus maravillas con el que le había dado en un día cinco millones para que se comprara lo que quisiera.
En ese momento llegó Ricardo, mirándola directamente, ya no por sus pechos, que los tenía bien grandes, sino por la cara perfecta que la vida le había regalado, según hablaba, en su vida nunca había cogido en sus manos un libro o un periódico, algo que le diera noticia del mundo y sus vicios, pues creo que todos los vicios los contenía ella en su cuerpo, pues descaradamente y sin importar lo que dijera el dueño del bar, sacó una papeleta con un polvo blanco y se fue al baño, riéndose y mostrándole a sus compañeras o ex compañeras de trabajo, que ella sí hacía lo que le daba la gana.-hasta me la regalan- les dijo y se alejó.
Mi amigo y yo seguimos hablando del asunto del carro y me advirtió que había que esperar otra media hora, pues su amigo de confianza aún no llegaba a mirar el motor, se levantó y de nuevo se fue al taller. Por primera vez me sentí sola y desprotegida, aunque yo no era una niña, pero nunca había escuchado tanta información de primera mano sobre una situación tan bochornosa.

Un grito me hizo mirar hacia la mesa de la joven que ya había vuelto del baño, se le había regado el ron, pidió otro, mientras gritaba que le limpiaran la mesa. Rápidamente, como si ella fuera la dueña del lugar, corrieron a atender sus pedidos y ella que no dejaba de reírse, metió sus dedos dentro del vaso, luego se los llevó a la boca y se los chupó uno a uno, mirando a un joven de uniforme azul engrasado, que se acercaba sonriente.
-Hola amor, le dijo ella, cogiéndolo de la mano.
-Cómo te fue en vacaciones- le preguntó el joven.
-¿Vacaciones?, no sabías que me echaron- le dijo ella sorprendida.
-Pero si eras la más linda del lugar, el dueño es el que pierde, ya sin ti, no vuelvo.
Ella prendió un cigarrillo y tirándole el humo a la boca le dijo en un susurro malicioso e intencinado – fue por pura envidia.
El muchacho empezó a acariciarle los muslos, mientras exhalaba lo que quedaba del humo del cigarrillo y ella le sonrió diciéndole que más tarde terminaban lo empezado. Le explicó que mejor la habían despedido, así le estaba yendo de maravilla y siguió contando sus pericias para escaparse del trabajo y cómo el dueño la había pillado. -Me fui tres días con Pedro para la costa,  me pillaron que no estaba enferma- le dijo aún con la sonrisa maliciosa.
-y… ¿por eso te echaron?
-Claro que sí, me fui sin avisar.
-¿Y cuándo te vas conmigo?, le dijo el joven entusiasmado.
-¿Con usted? -Le dijo despectivamente-¿y si tendrás con qué llevarme a la costa?
-¿Y desde cuando las empleadas de este lugar se volvieron caras? le dijo el joven, esperando una cachetada, pero ella sonrió y le dijo:
- A usted no le alcanza ni para llevarme a la playa con Junín y para que vea que también salgo con pobres, soy capaz de esperarlo, para que nos tomemos un ron.
El joven se despidió, prometiéndole que volvería después de la cinco, ya faltaba solo media hora. Volteo para decirle despectivamente, igual como ella lo había tratado, mientras se alejaba le gritó: mejor la llevo a la playa con el palo -y haciéndole un gesto bien feo con el dedo del medio, levantó la mano, dándole la espalda.

Mientras tanto, yo le hacía señas a mi amigo para que llegara rápido, estaba escuchando una conversación sin querer, música muy fuerte en mis oídos y no entendía porqué la muchacha estaba feliz contando lo que hacía y no hacía, a pleno pulmón.
Mi amigo se acercó con el mecánico y se sentaron, dije que ya era hora de irme, que tenía una cita y no iba a llegar a tiempo. Mi amigo dijo que esperara otros cinco minutos, que ya nos íbamos, sin embargo, pidieron cerveza y por eso me paré y me despedí, no antes de escuchar a mi amigo que le decía al mecánico:
-Esa que está allí sentada no sale sino con millonarios, pero con esa cara y ese cuerpo, seguro que gana donde sea. El mecánico voltea a ver de quien se trata y le dice:
-Ah, ella es mi ex novia, y cuidado con lo que dice de ella, que le ha tocado duro para salir adelante y sacar a su familia del hambre, mejor dicho, hermano, vea le digo, ella es una santa.
Yo seguí mi camino pensando en lo último que dijo el mecánico, “una santa” , y aunque tenía cosas por resolver, me alejé triste de pensar en tantas como ella, que por múltiples motivos, no tuvieron la oportunidad de saberse mujeres con dignidad y ni saber su significado.

Publicado en el periódico digital La Urraka Cartagena

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