No se decir palabras nuevas que resquebrajan la corteza de lo insinuado, que restriegan paraísos a pedradas. Tumbas de testosterona, testamentos tumbados. Ha de ser el flujo de los intereses un iris calcinado, una lluvia de entrepiernas, grasa apoltronada en el currículo vitae. Un puñetazo de sol en las hendiduras del clamor, una patria de dos en el hormiguero de vocablos que bulle, que destruye.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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