El viento descabezó los árboles,
que se dieron en vicio,
que parecían animales castrados y domésticos.
Sólo en los troncos hubiera podido dibujar
pero ya había bosques de papel
que daban sombra.
Sólo quedaba el viento
sin árboles ni arena
donde grabar su imagen
y el cielo como una pieza vacía.
Únicamente el viento
y el follaje de la memoria
mezclándose sin fin.
Isabel Llorca Bosco -Buenos Aires, Argentina-
Publicado en la revista Con voz propia 52
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