Se niegan a secundar denuncias
Que imputen las codicias.
Ellos no hacen escrache.
Esconden los harapos.
Ocultan el hedor en que sofocan la vida.
Callejean sintiéndose importantes.
Jamás reconocen su entrega a la indigencia.
Reclaman el orden que todo desordena.
Deambulan sufriendo
Las torturas del hambre.
Muerden la cáscara de la vergüenza.
Incapaces de reaccionar.
Son su propio enemigo.
Observan cómo los forajidos
Se llenan los bolsillos
A costa del ultraje.
Miran ateridos como los asesinos
Les hurtan los sueños,
Y son capaces de firmar
Los pactos que sólo benefician a poderosos.
Su espíritu huye entre las sombras de la noche,
A horcajadas del desconsuelo.
Descreen cualquier esperanza colectiva.
Llenan sus manos de miedos absolutos,
Aguardan que el azar les salven,
Para acto seguido encubrir el ultraje.
PEDRO JESÚS CORTÉS ZAFRA -Málaga-
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