sábado, 2 de febrero de 2013

HAMBRE


Llégate al hambre que de ti me clava
su garfio en las entrañas, que tus manos,
con suavidad de terciopelo, ahonden,
y enderecen sus púas, tan despacio
que, aunque sangrientas, logres extraerlas
sin infligir desgarros.
Tengo un hambre de siglos,
aunque bien sé que no he vivido tanto;
y lo que antes viví fue sólo un croquis,
un bosquejo que no cuajó en retrato.
Mi vida empieza en ti, tan fecundante
que germina el rosal, emerge el árbol,
ensaya el verderón su primer vuelo,
y parece al alcance de la mano
la luz de Aldebarán en cada noche,
y todavía yo sin tu contacto.
De ahí me nació el hambre,
de haberte en desnudez saboreado,
y antes de que lo hubieras extinguido,
tener que proseguir mi itinerario.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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