Ellas llenan de voces la noche
perturban con caricias
sus manos ataviadas de perlas
se reconocen y se abrazan
desdoblan sus bocas
para enloquecer los instantes.
Llevan flores blancas en el pelo
bellísimas anudan en sus cinturas
ecos de ámbar y aguamarinas.
¿Cómo no darles nombres
guardarlas en las brisas del verano
en los ocres del otoño?
Que el invierno no las hiera
que vuelvan siempre
a mostrar sus rostros con
paisajes que insistan en no ser
condenadas.
Que las dejen volar.
GRACIELA WENCELBLAT -Argentina-
Publicado en la revista Gaceta Virtual 74
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