Siempre te rechiflás. Por cualquier cosa
la broncás y te da por el ataque.
Una cheno cualquiera con un saque
te vi’a dejar de cama bien mormosa.
Ya no te aguanto más, María Melato,
esgunfio como estoy le doy un corte,
buscate urgentemente quien soporte
tu neurastenia en gris. ¡Éste es mi trato!
La naifa lo escuchó y dulcemente
le clavó la mirada frente a frente
poniéndole una noma en la cabeza.
Con un hilo de voz, sin espamento,
le dijo al breón que andaba en movimiento:
Andá, chabón... barreme bien la pieza.
De “La Musa Mistonga” de
Julián Centeya (Editorial Freeland, Buenos Aires, 1964)
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