Una vez,
hace millones de siglos,
creí tocar el cielo
con la punta de los dedos.
Hace millones de siglos,
me atacó,
lo supe siempre,
a traición,
el techo de la realidad.
La realidad me aplastó
y mi vida se convirtió,
hace millones de siglos,
en un abismo desolador.
Y nadie supo nunca nada.
Un cielo cálido y amargo,
que con el fruto de la pasión,
quise tocar.
Y el tiempo pasaba,
y el bagaje de lo vivido
no era nada.
La primavera eterna que serían mis días,
la incomprendida flor que quise acariciar,
se convirtió en el olvido de mis desvelos
y en el eco de mi desconsuelo.
Luchar a la contra sería el camino.
Y paladeé la palabra AMIGOS
como un manjar al que cuidar con mimo
porque era todo (pero no).
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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