En la hora inmóvil de esta noche muda
despoblada de ti, lecho desierto
por donde el cuerpo lúbrico, despierto,
indaga huellas de tu piel desnuda;
en ese tiempo que al reloj se anuda
esposando sus manos, yo revierto
al momento y la imagen en que abierto
a tus apremios fui gozosa ayuda.
Las sábanas mantienen tu fragancia
que no han logrado meses ni distancia
disipar; te poseo al respirarte.
Larga es la noche, inmensamente hueca,
en rastreo de ti, siempre a la rueca
de un recuerdo incapaz de acariciarte.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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