Por tu calle
En la delgada sombra de este ocaso
que se niega a ser noche y ya no es día,
tu calle al sol de agosto me es tan fría
que me estremece el alma cuando paso.
Me detengo en el bar y pido un vaso
del más fuerte licor. En teoría
debiera reanimarme, mas llovía
tanto dentro de mí que no fue el caso.
Observando a través de la ventana,
me traicionaba la visión lejana
de tu balcón ardiendo en crisantemos,
de la explosión de nardos en tu huerta.
La calle, como el alma, tan desierta,
yo en alta mar con sólo un par de remos.
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Quisiera adormecer esta algarada
de voces perturbando mi sosiego;
cuanto más a mí mismo me repliego
más me acosan a fiera dentellada.
Quisiera detener esta manada
de figuras y símbolos en juego
que me invaden la mente, o quedar ciego;
ni los llamé ni apruebo su llegada.
No me tientan ofertas ni reclamos,
ya en toneladas, o siquiera en gramos;
predíquense a sí mismos, en sus casas.
Dejen la mía en paz. No necesito
ni absurda imagen ni estridente grito,
ni ver cómo embrutecen a las masas.
Nadie es una isla
“No man is an island”
(John Donne)
No soy un yo eventual, soy caravana.
Marcho al paso de muchos, pero llevo
mi propio ritmo. Si triunfal me elevo
o me dilato, cada cual se ufana,
porque el éxito de uno, en tan cercana
comunidad de hermanos, es relevo
que todos toman, y en el que me muevo
como una parte afín, no soberana.
Me hiere tu dolor; vibro si gozas;
me uno a tu canto, lloro si sollozas;
eres parte de mí, ya aquí o ausente.
No estás solo, mas interconectado
a otros tús, a otros yos, ninguno aislado,
y nadie ni excluído ni excluyente.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Angeles-
domingo, 5 de febrero de 2012
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