miércoles, 29 de febrero de 2012

ARTÍCULO

EL PALACIO DE LOS AZULEJOS

Juan Cervera Sanchis -México-

El Palacio de los Azulejos está situado en un lugar cargado de leyenda
y de historia de la ciudad de México. El mismo callejón de la Condesa, que lo bordea, entre las calles de 5 de Mayo y Madero, es en sí legendario.
Se dice que en el citado callejón estuvieron varios días, con sus correspondientes
noches, dos carruajes y sus cortejos, dado que la estrechura del mismo no les
permitía pasar a ambos al mismo tiempo y ambos eran dos soberbios nobles
de la época virreinal llenos de orgullo y ninguno estaba dispuesto a ser el
segundo.
En cuanto a la Plaza de Guardiola, que juega con la esquina del Palacio, en
punto con la calle de Madero, y que mira a la casa que fuera de Los Leones,
estuvo una estatua de Morelos que mando esculpir el Emperador Maximiliano
en 1865. Dicha estatua fue trasladada al jardín de la Santa Veracruz y más
tarde sería instalada en la colonia Morelos.
La Plaza de Guardiola, tan pequeñita, nos recuerda que ahí, exactamente, le
fueron entregadas las llaves de la ciudad a Don Agustín Iturbide.
La llamada Casa de los Leones desaparecería para convertirse en el edificio
anexo del Banco de México, llamado de Guardiola, donde se encuentra el
Museo de Criminalogía del Banco. Este museo sólo puede ser visitado por
investigadores profesionales.
Como se puede apreciar, el entorno del Palacio de los Azulejos es por sí
solo harto interesante. No se diga si nos decidiéramos a caminar por las calles
-ayer- de Plateros y, hoy, Madero. Nada más pensarlo se nos vienen a la
memoria los descriptivos versos de Manuel Gutiérrez Nájera a la duquesa
del Duque Job, que tan precisamente nos sitúa en el lugar:

“Desde las puertas de la Sorpresa/ hasta la esquina del Jockey Club,/ no hay
española, yanqui o francesa,/ ni más bonita ni más traviesa/ que la duquesa
del Duque Job.”

Sí, el Palacio de los Azulejos fue durante un tiempo la sede del célebre
Jockey Club. Ello mucho antes de convertirse en El Sanbor´s de los
Azulejos, tal como se le conoce hoy.

Respecto a su origen, el historiador Luis González Obregón le dedica
unas sabrosas páginas donde nos ilustra sobre su antigüedad, “que se
remonta hasta el siglo XVI”. El primero en habitar la mansión fue Don
Luis de Vivero, segundo conde del Valle de Orizaba.
Cuentan los historiadores del pasado virreinal que la mansión o Palacio
de los Azulejos fue obra de un hijo un tanto despilfarrador de los condes
del Valle de Orizaba al que su padre lo recriminó por gastar sin ton ni son,
diciéndole:

-“Hijo, tú nunca tendrás casa de azulejos.”

Esto caló tanto al joven que lo espoleó a edificar el bello palacio que hoy
todos admiramos.
Tal como a la vista está el Palacio de los Azulejos es de estilo barroco
revestido de artísticos azulejos chinos, de colores blanco, amarillo y azul.
Es tan bello que nadie puede pasar frente al mismo sin verlo y admirarlo
por la Avenida Madero. Llama poderosamente la atención y, de inmediato,
invita a traspasar sus puertas para verlo por dentro.
Sin la menor duda, el Palacio de los Azules, es una de las muy peculiares
maravillas de la siempre desconcertante y fascinante ciudad de México.
El doctor Ernesto Sodi Pallares, padre de la bella y célebre Talhía,
hombre que fuera muy sabio en diversas materias y admirador
y conocedor de la historia de la ciudad, fue también un enamorado del
Palacio de los Azulejos, por lo que escribió un colorido e ilustrativo
capítulo dedicado a la mansión del hijo de los condes del Valle de
Orizaba:

“La casa marcada con el número cuatro en la calle de Francisco Indalecio
Madero, conocida como el Palacio de los Azulejos, es de una riqueza y de
una gracia que difícilmente se puede encontrar en otro lugar.”

Gran verdad sin objeción alguna. A su vez Manuel Toussaint se embelesa
ante la hipnótica mansión y nos dejará escrito:

“Si bien el Palacio de los Azulejos en sí es un bello conjunto, el remate
es magnífico: un nicho sobre la gran portada, otro en la esquina y un
pretil de líneas onduladas guarnecido atrás por otro horizontal, con
pináculos y vasos de silueta china trabajados también en cerámica.”

Pasando al interior, no obstante las transformaciones que por las exigencias
comerciales ha sufrido, la belleza permanece. El patio, por su influencia
mudéjar y sus finas columnas, nos traslada a un pasado de ensoñación.
Impresionante y majestuosa es la escalera que ahí podemos contemplar y
que nos fascina con sus lambrequines de azulejos.
Hoy, sobre el descanso de la escalera, podemos admirar unos murales de
José Clemente Orozco. Hay que agradecer al gran pintor que lograra
armonizar sus murales con el resto de la arquitectura barroca. Título
Orozco estas pinturas Omnisciencia.
Ya antes de la época revolucionaria, como hemos reseñado, fue residencia
del muy exclusivo y excluyente Jockey Club. Tras los cambios que trajo
la Revolución el Palacio de los Azulejos fue destinado a farmacia y a
restaurante.
Se conservan fotografías de la visita al lugar de los soldados de Emiliano
Zapata y Pancho Villa tomando café con pan dulce. Los revolucionarios
probaban así unas migajas de las que entonces se suponían eran delicias
burguesas.

En la señorial escalera, por cierto, fue asesinado uno de los condes del Valle
de Orizaba por un enamorado de una de sus hijas. El asesino fue aprehendido
y castigado por su crimen. Fue pues colgado en uno de los balcones del Palacio
de los Azules con un letrero que decía:

“Para ejemplo de locos y criminales”. Tétrico espectáculo.


Todo un mundo, lleno de historia y cargado de leyendas, el Palacio de los
Azulejos y sus alrededores.

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