Nací, viví, crecí.
Soñé, amé.
Sentí alrededor de mi ser,
toda la putrefacción de la humanidad.
Vi, junto a mí, la indigencia y el desdén,
el egoísmo de la ambición
el poder corrupto y medrador,
la hegemonía del dinero imponiendo sus condiciones.
Aquellos ojos anhelantes por el hambre,
con aquel deseo de vivir y compartir con los demás,
el aire para respirar, y el trozo de pan.
Niños autónomos en la calle,
deambulaban sin cesar, cualquier entorno,
aprovechando la bondadosa naturaleza, y lo que aportaba.
Crecí libre, con enseñanzas controladas por mis mayores,
integrándome en una sociedad estructurada,
difícilmente compartible, ideológicamente.
Soñé con una vida mejor.
La Cultura, impresa en mí me indujo a; pensar, crear, amar,
y sobre todo a respetar otras opiniones, no compartidas.
Mi destino ya, es volver al vientre de mi Madre… La Tierra,
su manto cobijarán mis huesos,
pero el aire, albergará mi alma para muestra de mis deseos,
quizás, al mundo, le sirva de reflexión
mis pecados y mis aciertos,
la intención siempre fue buena.
¡Feliz! Por el destino augurado,
volver al seno del que vine, cuando mi “Dios” lo quiera,
no precipitaré mi marcha,
sólo me iré, cuando la vida me venza en el pulso de la existencia.
Celebraré con las raies de un Roble,
me enredaré con las de la Albahaca,
absorberé el olor de un “Jazmín”,
y depositaré mis recuerdos en una Playa.
Me reencarnaré en un Olivo
para poder dar vida en otra época.
…No espero me acompañéis,
pero estaré esperando mucho tiempo vuestra llegada.
Aún estaré aquí hasta el fin de mis días.
Roberto J. Martín