Hay un límite para los gustos,
no nos pueden gustar las corridas de toros
porque el escarnio, el sadismo, la vanagloria, la zafiedad
son enfermizos,
no nos puede gustar la explotación, el privilegio,
la humillación sexual, el acoso, la intolerancia, la hipocresía,
el cáncer, la guerra, la lepra, el sionismo, la homofobia, el racismo,
no nos puede gustar la corrupción en la justicia,
ni la condena a un hombre de bien,
si por criticarlos, se ofende a quienes sí les gustan,
allá ellos y su dolor
porque lo justo es hacerlo, no hoy
sino desde que el hombre es hombre,
más esencial que el gusto es la verdad desnuda,
la humana razón, la piedad del corazón,
la esencia propia a la que nos debemos,
no te amo porque seas rubia y con pechos opulentos,
porque tu vientre sea plano o seas una actriz de Hollywood,
al lado de la fuerza con que tu ser evoca
lo más irrenunciable de mi individualidad,
las cosas que gustan son tan huecas e insignificantes
como el envase de una mercancía,
no me jacto de ti, no quiero gloria de terceros
que te juzguen sobre el escenario, sin un corazón dentro,
no te estoy vendiendo, no te estoy poniendo valor
con ese orgullo mezquino del burgués hablando de su propiedad,
no soy un líder heterosexual
conquistando a una mujer con su sórdido Mercedes
y su tarjeta visa oro
y mirando al resto del mundo como desechos sexuales
a los que en todo caso, disfrute por la vía de la humillación,
aunque los otros se empeñen en hablar de mi vanidad,
soy reacio a pedir mucho para mí, necesito la paz
de una conciencia tranquila y un alma llana,
escribo poemas porque nací con ellos por dentro
y los doy al mundo con la condición de que le sean beneficiosos,
es la ley ética básica, dar a otros
lo que deseamos para nosotros de los otros,
mi palabra es tan clara que quien me malinterpreta
lo hace por lo común malintencionadamente,
nunca intento hacerme bien solo a mí mismo,
siempre escribo para el bien colectivo,
de ti no hablo con la estrechez del propietario,
te ensalzo sin un límite, sin una restricción o condición,
no eres una mercancía erótica sino un ser humano,
tan esencialmente puro y libre del cinismo de la Historia
que hablar de ti es lo mismo que hablar del bien,
me honras con lo que sientes,
no con lo que el mundo diga que vales, con lo que gustes al mundo,
con lo que brilles en el escenario,
mi honor es haber merecido el verdadero amor,
el que no consigue quien se vende, quien se corrompe,
quien hiere para deslumbrar y aparentar, quien humilla
y gana con ello su trofeo
sino el que logra quien lo paga con bondad y generosidad
a un ser al que no necesita nunca alejar de sí
porque lo siente dentro y lo respira por todos los poros,
eso no es un gusto, no es un reclamo, una propaganda,
una envoltura, un condimento que te me haga soportable,
eso es sencillamente afán por ti misma, tu persona, lo que veo
sin necesidad de formas, apariencias, recatos, vestiduras,
sé que merezco la censura de muchos,
que esperan que no descuide mis atenciones con nadie,
que guste a todos lo que dice un poeta enfermo,
castigado sin cesar por los enemigos de la sublime libertad
y yo, a pesar de todo, dejo que hable siempre mi corazón,
con esa misma valentía con que aguantó el acoso
y aún llamó amigos a sus verdugos
porque la hipocresía del privilegio y del desprecio
nunca la pudo entender,
condeno la mentira y a los cobardes
no ataca mi palabra contra otro objetivo
porque no quiero nada que no sea mío,
de la misma forma, tú perdonas mis errores,
no esperas que sea un libro, me corriges el alma
para que pueda curarme
y esa bondad, aunque nunca la había encontrado,
mi alma la estaba añorando.
Luis Rafael García Lorente