No pediré nada cuando me vaya,
solo que me acompañe el silencio.
Que el olvido y el recuerdo,
no exijan el despecho.
Que mis pétalos y mis piedras,
no se quiebren ni se pierdan.
Que esas horas consumidas,
las de fiebre y las de hielo,
no me susurren a través de los huesos.
Que se queden en el recuerdo
En el mío
En el tuyo
O en el de ellos.
No pediré nada cuando me vaya,
solo que me acompañe el silencio.
Que las noches y las madrugadas,
sentidas y esquivadas,
no pierdan su juramento.
Que esa exigua conspiración,
entre los amores y el odio,
y esos benefactores y malhechores,
que forman la existencia,
no se roben los aciertos.
Que la piel ya no duela,
aunque ya nadie la sostenga.
Que ni las espadas ni las flores,
se peleen hasta la muerte.
Que el espejo y el aliento,
no traicionen mi reflejo.
Que ni el lápiz ni la goma,
blanqueen las páginas de mi prosa.
Y que la luz y la oscuridad,
no se desplumen por un mísero destello.
No pediré nada cuando me vaya,
que los sopores y las pasiones,
no se despojen de sus recuerdos.
Que las caídas y los sueños,
no compitan por el olvido.
Y el orgullo y la vergüenza,
no desgarren el destino.
Que ni el pecado, el arrepentimiento,
y la inocencia,
claudiquen antes de la contienda.
Y que las semillas y las cenizas,
no se pierdan en el viento.
No pediré nada cuando me vaya,
solo que me acompañe el silencio.
Que aquellos besos y esos abrazos,
los que sentí y los que perdí,
los que di y los que no me dieron,
queden aquí.
Aquí...
En la luz y el movimiento
Que no los llevé conmigo
Al agua o al fuego
Que se queden en el recuerdo
En el mío
En el tuyo
O en el de ellos.
Daniel La Greca
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