Dónde todo se calla,
dónde todo debe callarse
porque no nació para ser dicho.
Allí,
en ese momento justo
en que no se atreve ni el aire,
ese segundo en qué
ninguna ola es tan osada,
ese espacio sin medida ni peso
que tanto ahoga.
Ese dolor tan dulce y necesario,
esa angustia tan bella
que aprieta y aprieta
hasta traspasar las costillas.
Nunca antes,
nunca después porque después
no existe nada,
nada porque nada puede ser más,
más que el alimento
que flota en el aire,
tan inconsistente, tan leve.
Ese instante tan impredecible,
que suena a tormenta,
que se riza y se riza como marea,
que no trae nada
y todo se lleva.
Un impasse tan repentino
que las palabras alborota,
y cambia del aire su triste aroma,
un suspiro, un latido,
un parpadeo a destiempo.
Sé entonces que te siento,
que estás cerca,
que estás tan insoportablemente lejos,
que me provocas inesperados desasosiegos,
que no explico,
que no puedo ni quiero.
Es entonces, y sólo entonces,
que sé lo que siento...
JOSÉ MANUEL BARELLO
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