miércoles, 26 de octubre de 2016
CELESTE
La más vacía existencia sin permitirme respirar,
que me envolvía en un negro manto sin fin;
la más agobiante de las soledades me comenzaba a atrapar
y hacía cuestionarme por qué soportaba ese sufrir.
No había nada; únicamente percibía extensos senderos
sin vida que recorría sin ayuda con mis pies cansados.
Era un error proseguir el viaje; "no... prefiero
morir aquí", pensaba, desalentado.
... El filo de una delgada navaja presagiaba mi final;
todo este dolor, esta ausencia de fe, acabaría
si acercaba a mi carne esa oxidada hoja fría
y así mis ojos dejarían este cruel mundo de atisbar,
donde he fantaseado con vanos sueños y esperanzas
que únicamente conducen, y con tediosa tardanza,
a callejones sin salida de los que es imposible escapar.
Mi pulso se acelera...creo que ya
todo termina...
los nervios me desesperan...el final
de mi inútil vivir se adivina...
... Pero..."¿qué es eso?", exclama una voz en mi cabeza...
¿una luz?...quizás ya el mensaje para ir al Cielo he recibido...
"Te equivocas, inepto ser", susurra mi sentido común con aspereza
a la vez que me retorna mi conciencia a un lugar desconocido...
Estoy arrodillado, lo sé, pero todo de negro se ha teñido...
La nada a un lado y a otro, y el silencio como testigo...
Entonces siento una presencia tras mi nuca...
que despide una cálida y acogedora respiración.
Dos suaves manos de los hombros me empujan
sobre un lecho suave, con delicada atención.
Los frágiles brazos se enlazan y me rodean con dulzura,
y las yemas de los dedos llevan mi oído al latido de un corazón;
siento que, poco a poco, la barrera que me contenía en la espesura
de las tinieblas se quiebra, concediéndome una extraña emoción.
Cristalinas lágrimas siento
caer por mis mejillas
al oír su voz,
que me consuela y me tranquiliza.
Su pardo cabello cae sobre mis ojos,
sus mullidos labios besan
mi frente, provocando mi sonrojo;
los músculos se tensan
pero mi ser no se altera, pues mi espíritu está en calma;
al ver sus majestuosas alas, comprendo
sin duda alguna este acontecimiento
que ha sacudido los ya deshechos cimientos de mi alma.
Este ser bañado en tan brillante iluminación
no es sino un ángel de los cielos
que ha descendido para otorgarme la salvación,
respondiendo a un incesante anhelo.
El anhelo de hallar una chispa de luz que me devolviera
la ilusión de vivir,
El anhelo de localizar un espíritu que quisiera
rescatarme de mi inmenso sufrir.
Este ser alado...
es mi tan esperado salvador.
Puedo afirmar que ha finalizado...
esa tortura de auténtico horror.
Ahora yo soy quien le abraza;
mi piel experimenta una desmedida ardentía,
una agradable sensación que me da esperanza
y me transporta a un vasto paraíso de fantasía.
De repente decido levantar la vista,
recorriendo en silencio la tersa superficie de su pecho,
el diáfano destello que despide su níveo cuello,
su tierno labio bordeado de bellas aristas
que detallan una dulzura inconmensurable,
sus satinadas mejillas que regalan una calidez inigualable...
Y me detengo, finalmente,
en sus ojos, que me contemplan con sensibilidad,
que son la viva definición de "docilidad"
y que poseen un atractivo colorido que no es ni azul, ni cetrino, ni añil...es celeste.
Chris Jiménez -España-
Publicado en la revista Trinando 9
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