DE NIÑO sentía una sobrecogedora emoción al ver las manos de mi abuelo, sus estribaciones de arrugas surcadas por la vida, sus articulaciones deformadas por sedimentos de experiencias, las comparaba con las mías huérfanas de saberes. Esa sensación me llevaba a sus cansados ojos para escuchar su alma que mantenía la pureza de su infancia. De niño observando a mi abuelo comprendí la brevedad de la vida y a ser persona.
FRANCISCO MUÑOZ SOLER -Málaga-
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