Sigue corriendo con las lágrimas lacerando sus mejillas, atrás deja los gritos, las sirenas y los cristales rotos manchados de sangre. Corre sabiendo que de nada servirá, que será un muerto más, un cadáver olvidado.
Cansado de huir se detiene y alza las manos sobre su cabeza, un escalofrío recorre todo su cuerpo, la primera ráfaga de balas impacta de lleno en su espalda.
La paz que nunca tuvo le invade y con una sonrisa cae al suelo convirtiéndose en polvo, en recuerdo.
JULIO MUÑOZ
Publicado en la revista Sea breve, por favor
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