Cuando todo cesó, comenzaba la vida.
La tarde, con sus nubes,
sus encajes de viento y los manteles
manchados por el vino, es tan sólo esta alcoba
y el tibio embozo donde te refugias
tal vez de la amenaza de mis párpados,
mientras el pelo asoma
sus crestas de azabache.
Y estás aquí, perdida en algún sitio,
en el mapa impreciso de mis manos,
inmersa en la extensión de mi mirada,
toda horizonte, niebla en carne viva,
ofreciéndome el vientre de la noche,
la incógnita infinita de tus brazos.
Cuando todo cesó, ya no cabía
otro aroma en el mundo que tu cuerpo
y el mío, abandonados
en la blanca amapola del las sábanas.
Del libro Las sábanas del mar de Domingo F. Faílde -Linares-
Publicado en La Biblioteca
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