Nunca tan bien puesto un nombre como Celular: exacto. Parece que se incorporó a nuestras células, a nuestras moléculas, a nuestro metabolismo. De otra forma no entiendo el comportamiento imbécil que acometen los siervos de la tecnotrónica.
Cuántas veces en casa, con un teléfono fijo a disposición del mundo, nos llaman al celular desde otro, en un domicilio también con línea fija, bajo este diálogo, aproximado:
-Hola, hola, holaaaaaaaame escuchás?correte, pará que salgo al patio, la losa de mierda esta, hay poca señal, voy al pasillo, quedate ahí, no te muevas, aguantá un toque que llamo yo, este aparato de mierrrrrda...
Tras un minuto de reubicación frustrante, la tarifa del celu es el equivalente a lo que gastaríamos hablando por el fijo durante veinte minutos sin movernos, sin gritar, escuchando al prójimo; qué se yo, montones de ventajas inadvertidas para vulgares humanos como nos.
Para colmo hay algunos que, cuando les explicás el tema, te contestan: - No tengo tu fijo, por eso no te llamé.
Entonces les anoticio un invento genial, único, indispensable, creado por un lírico en trance poético: la Guía Telefónica, donde, combinando el nombre del cliente solicitado con la dirección del mismo, obtenés un número clave.Luego, seguís las instrucciones, tecleás, hablás y chau pinela...
Por ahí la onda pasa por ser complicado y el que mea fuera de la palangana sea yo.
Como diría Bersuit: Quién es el boludo? El boludo soy yo...
Sir William Clement
Publicado en el blog La Cocuzza
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