En aquel entonces
yo era un profeta perdido y condenado
con los bolsillos llenos de falsos diamantes
ofreciendo lugares distintos sin saberlo
un imaginario que vive de otros testimonios
que intenta convencer con el mismo ruego
y tú eras quien todo lo justifica
eras la sonrisa que aniquila irracional
insolente como encarar al abismo
la imperturbable criatura dormida
entre ejércitos enemigos
entonces como una luz purísima llegaste
y auténtica siempre te repetías
como sangre en mi costado
como el arrepentimiento apareciste
y así como la barca rompió sus amarras
con el anhelo del primer suicida
así soltaste ante mí tus cabellos
para que todo desapareciera
y formara mi propio génesis
entonces fuimos tu yo y la nada
el triángulo primario
por quien todo se volvió carne y sentido
en ti multipliqué el pan y la angustia
el vino y la sospecha
y me sentí en el mundo de los hombres
y me aferré al sabor de la tierra y el meteoro
en tu talle de compacta alegría
comenzó a la vez el muro y el trayecto
y adoré al tiempo y sus culpas
y amé la realidad y sus formas
entonces me llené de fe
y para salvaguardar el odio original
para que nada me torturara
memoricé tu cuerpo
como una letanía vigorosa y doliente
y tú como una madre me diste el mandamiento y la espina
como una madre procuraste para mí
el otro alimento el que lleva a buen morir
entonces como un vientre te abriste
como un océano para que yo caminara
y advertí la gracia de lo intangible
se reveló el abecedario
gocé el inaudito segundo
donde la vida y la muerte
se confunden y me esperan
fue tu cuerpo
un incesante brotar de misericordia
en sus oscuridades mordí
la fruta de la obsesión
y pude entender al fin
lo que es dar una vida en sacrificio
olvidé mi destierro
clarifiqué los caminos
otorgué el perdón
y hasta en las resurrecciones creí
una vez que cerré los ojos
y me besaste de nuevo.
Jorge Luis Darcy -México-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 43
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