Al final del camino, miró a un lado, estaba solo.
-¿Por qué anduve solo? ¿No sabía que éste tenía fin? -preguntó.
Observó al otro lado y las flores que un día vio perfectas, estaban secas. Nadie a ese otro lado.
-Perdí tanto en este camino al que querría volver, pero ya no tengo fuerzas. No hay agua para beber.
Se giró al camino. Vio a personas que se acercaban sin verlo, otras lejanas, otras eran siluetas borrosas que nunca conocería.
Se arrodilló y lloró. Alguien le puso una mano en el hombro, alguien que lo había amado siempre. Recordó aquella mano, reconoció aquellas caricias.
-No estuve solo -gritó sonriendo.
Se asió fuerte a aquella mano, reanudó su paseo y del caminó brotó luminiscencia.
Publicado por MARÍA JOSÉ BERBEIRA RUBIO (Castelldefels) en su blog dondehabiteelolvido.airama
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Hace 1 día
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