Por aquí refugiado en la torre a lo Montaigne
dejé la organización de recitales y ferias,
ahora me dedico a la vida contemplativa
algo misántropo, y con pocas ganas de alternar
en saraos literarios y demás parafernalia.
De Lara, la asturiana de Cádiz no sé nada,
llevo tiempo sin tener noticias suyas
parece que se la ha tragado la tierra,
de momento.
A Madrid me gustaría ir en julio
que tengo vacaciones de familia,
ésta se marcha a Legoland,
y yo quedo a la deriva del tiempo
para mí solo.
¡Ah Silvina!, mi gran musa,
mi gran amor platónico,
siempre tan bella y radiante.
Echo de menos los días de Madrid
con sus ruidos y locuras,
en fin, que ahora escucho pájaros
en el jardín, leo, leo, y escribo poco
para bien de la necedad, y la ignorancia
que son las que gobiernan el mundo.
Me quedo con Dostoievski
cuando dice:
“No he conseguido nada, ni siquiera ser un malvado;
no he conseguido ser guapo, ni perverso;
ni un canalla, ni un héroe…,
ni siquiera un mísero insecto.
Y ahora termino mi existencia en mi rincón,
donde trato lamentablemente de consolarme
(aunque sin éxito)
diciéndome que un hombre inteligente
no consigue nunca llegar a ser nada
y que sólo el imbécil triunfa.
Sí, señores, el hombre del siglo XIX
tiene el deber de estar esencialmente despojado de carácter;
está moralmente obligado a ello.
El hombre de carácter, el hombre de acción,
es un ser de espíritu mediocre.
Tal es el convencimiento que he adquirido en mis cuarenta años de existencia.”
Del poemario Cuadernos de la huida, de Salvador Moreno Valencia.

No hay comentarios:
Publicar un comentario