Por la faz de Layla cruzan gruesas lágrimas.
— Abandonar el hogar es duro —dice—. Pero su recuerdo nos acompañará en nuestro peregrinar por la galaxia, en busca de otro mundo al que llamar casa —hace una pausa, se
arrodilla, y toma un puñado de tierra—, un mundo al que juramos proteger y cuidar como nunca lo hicimos contigo, Pachamama.
— Corten —grita el director, y se acerca, esquivando técnicos, cámaras y luces—. Excelente Layla, excelente. Mañana, en la ceremonia de despedida, todos llorarán contemplándote.
— Si, si —riposta la muchacha, y soltando la tierra, toma una toallita de manos de su asistente—. ¿Terminamos? —pregunta, mientras se seca la cara, y observa las naves que ocupan el firmamento.
— Si querida. Puedes ir a descansar.
— No veo la hora de largarnos de esta ruina de planeta —dice, y comienza a caminar hacia las naves.
Yunieski Betancourt Dipotet (Cuba)
Publicado en la revista digital Minatura 119
No hay comentarios:
Publicar un comentario