La iba de robreca y la fajaba
salía de la zalipa de colores,
y de filo después la engatusaba:
¡Pa mí sos el amor de mis amores!
La mina laburaba en lo’e Bracera
y él se la empaquetó a lo propiamente.
La cosa fué que eya, la bolsera,
entró como chabona, dulcemente.
Y al volver una cheno de la timba
leyó en un pelpa: Estufa de marimba
me pianto para siempre’e la frangoya.
Que me fajés de cros, que vaya y pase,
pero, batime Negro... ¿ésa es tu clase?
¡Anoche me la diste con la olla!
De “La Musa Mistonga” de
Julián Centeya (Editorial Freeland, Buenos Aires, 1964)
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