Quiero nacer de nuevo y ser de arcilla.
Tal vez ánfora de agua refrescante
a la que hombre sediento, sin amante,
acerque el labio, adose la rodilla;
ya por el agua que en el fondo brilla,
o cada curvatura insinuante
que ofrece y solicita, cada instante
que hay revuelo de pasos por su orilla.
Y si extendiera al interior la mano,
en temblor de hendidura, tan humano,
turbaría mi tersa, calma piel.
Ay, dulce agitación de hábil sondeo,
progresando en eufórico ajetreo,
rompiendo en tempestad de nata y miel.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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