Me esperaban a la salida
y me obsequiaron con besos y abrazos,
con homenajes
para intentar recuperar
el tiempo atrasado
y con palmaditas en la espalda
diciéndome ¡¡¡Por fin!!! y ¡¡¡Ya era hora!!!
Yo disimulaba una sonrisa agradecida
y brindada con todos por el término de mi condena.
Se me vino a la cabeza
eso de que es deber y obligación
de todo presidiario
intentar la fuga.
Pero en mi interior sabía
que no merecía aquello:
nunca fui un buen preso...
Nunca intenté escapar
de la cárcel de tu entrepierna.
Del libro Poemillas de urgencias de FRANCISCO TOMÁS BARRIENTO -Campofrío-
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Hace 16 horas
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