martes, 5 de junio de 2012

NO SÉ A DÓNDE IR, PERO SÉ QUE NO VOY POR ALLÍ


El sol se hizo tan intenso que María, incluso cubierta por una sabana y protegida por las contraventanas, sentía su piel hirviendo mientras gotas de sudor iban acumulándose. Su padre intentaba poner el pescado seco envuelto en papel en la mochila. Tan pronto como la temperatura bajara a los 40 º C se irían hacia uno de los campamentos de refugiados que han escuchado en la radio. La parte trasera de su casa, donde una vez hubo un verde jardín, era ahora un espacio seco y marrón, donde había ahora tres tumbas poco profundas. Las flores y la hierba se habían secado dos días después del cambio de la órbita de la Tierra. Isabel murió después de una acalorada discusión con su padre, cuando él le había prohibido salir con su novio.
Joan ha intentado rescatar a un gato, lo persiguió por el jardín para llevarlo a casa, nadie se había enterado que había salido hasta que María lo encontró en el fondo del jardín, irreconocible, hinchado y rojo. Cuando su madre lo abrazó gritando, María estaba segura de que había escuchado un gemido, mientras que su padre lo niega. La madre no volvió a dejar a Joan y su padre la obligó a entrar en casa, incluso siendo de noche. Con el rostro apoyado en la ventana, María vio cómo los padres estaban gritando, llorando y seguirían discutiendo allí el resto de la noche. El sol estaba a punto de nacer, pero María no se dio cuenta porque su padre cerró todas las ventanas de su casa y dejó a su madre y su hermano afuera. Ella gritó, lloró, rogó de rodillas, pero cuando amaneció, su padre la había encerrado en el ático. Ahora, que serían recibidos en el campamento de refugiados para escapar hacia un continente que no estuviera quemado por el sol, se sentía más sola que nunca, más muerta y abrasada que si hubiera estado afuera. Miró a su padre, se puso de pie y comenzó a correr por las escaleras hasta el ático, se arrojó contra la puerta de la cocina y siguió adelante incluso escuchando los gritos de su padre. Sintió el calor sofocarla y sabiendo que su padre ya no cerraba la puerta, salió corriendo. Ahí decidió que no iba a dejar su tierra.

Marcelina Leandro (Alemania)
Publicado en la revista digital Minatura 119

No hay comentarios:

Publicar un comentario