El punto final de su historia se escapó de aquel aburrido libro, el punto quería conocer más mundo, no morir entre aquellas palabras que ya conocía.
Saltando llegó a la rueda de un coche que lo llevó hasta el puerto. Allí, bajó de la rueda. Atravesó por el paso de cebra donde, a veces, se escapaba de la vista. Por la acera se dirigió al puente que le hizo subir a bordo de un barco, no importaba donde fuera, él iría más lejos.
Una vez arriba, se detuvo a observar la puesta de sol, pero no era un punto romántico y decidió darse un chapuzón. Nadó y saltó de una ola a otra, hasta llegar a una isla. Un niño lo vio y empezó a perseguirlo. Él corría y corría, pero no lograba despistarlo.
Al final el chico se cansó y aflojó el paso. Disfrutaba trepando las palmeras, le encantaba como el aire las mecía y se movía de una a otra. Se cansó y se bajó por el tronco hasta la tierra y por la orilla llegó hasta una choza.
Subió por las paredes y entró por la ventana abierta. En el suelo se encontraba él, saltó hasta su hombro y se deslizó hasta su mano. Se movió, la mano se movió y cayó al bolígrafo que escribía una carta. Se detuvo a leer. Era una carta de auxilio. Bruscamente cayó al papel, de nuevo fue el punto final. Sin tiempo de reacción se vio atrapado en una botella.
Después de un tiempo, la botella fue abierta.Y huyó apresuradamente hacia...
Publicado por MARÍA JOSÉ BERBEIRA RUBIO -Casteldefell- en su blog dondehabiteelolvido-airama
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Hace 1 hora
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