sábado, 9 de junio de 2012

APARCAR

Líneas amarillas,
azules,
y blancas.

Señales de prohibición
que se me suben a los hombros.

Muñecotes que portan hachas y machetes,
y que me persiguen
por las líneas discontinuas de la carretera.

La misma pesadilla se repite siempre.

Intento huir de las líneas
y de las señales de prohibición
y encontrar un hueco para aparcar.

Por fin tropiezo con un hueco,
y me zambullo.

Pero es un rincón
que abre sus fauces horrendas.

Un agujero lleno de dientes
con caries y lenguas purulentas
que me quiere tragar.

Yo en el sueño acelero y acelero
y solo recuerdo mis ojos desorbitados.

Me van a atrapar.
Socorro.
Maldita pesadilla.

El sudor del miedo me ciega los ojos.

De pronto,
uff, me salvé:
suena el despertador.

Regreso a la realidad.
Gasolina,
pólizas de seguro,
arreglo de golpes,
molestias con el tráfico,
impuestos,
las letras del coche,
el préstamo...

Yo solo quería un sitio dónde aparcar.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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