En la sierra del norte de Atag hay una pequeña aldea que en invierno suele quedar aislada por la nieve. Es Agua Dulce, nombre que recibe por el particular sabor de sus aguas, que saben dulces sin contener ni un ápice de azúcar y también es conocida la aldea por el no menos particular carácter de sus habitantes propensos todos al amor en exceso; si las aguas de Agua Dulce dan la impresión de dulces sin serlo, los aldeanos también dan la impresión de amorosos sin serlo. Bajo esa apariencia se esconden verdaderas tragedias dignas del odio y el rencor que sufren los aguadulceanos, que han cometido los más grandes y atroces crímenes que se hayan podido cometer en el transcurso de la historia de la humanidad: amar y matar, matar y amar matando.
SALVADOR MORENO VALENCIA
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